|
|
Uno de los rubros más importantes del gasto en salud corresponde a los medicamentos. En Venezuela, las dos terceras partes del gasto total en salud corresponde a los medicamentos y, de ese costo, el 75% sale del dinero de cada uno de los venezolanos: es lo que se conoce como “gasto de bolsillo”. Como si fuera poco, este gasto además está desigualmente distribuido: las clases menos pudientes gastan mayor porcentaje de su presupuesto familiar comparado con quienes tienen mayores recursos, así que cualquier política de salud que tienda a disminuir el gasto de bolsillo tendría un impacto importante en el presupuesto familiar.
Esto forma parte de las políticas de Estado de muchos pases. El gobierno mexicano, con su reforma en salud, logró disminuir el gasto de bolsillo de un 78% a 11% en un período de doce años. Lo lograron implementando un sistema que cubre especialmente las enfermedades de los más pobres —aquellos que no tienen ningún tipo de seguridad social— de una manera extensa.
En Venezuela la manera de atenderlo ha sido otra. Una resolución reciente, hecha en Gaceta Oficial, dispone una serie de requisitos para la elaboración de récipes de medicamentos que, en dos platos, intenta forzar la prescripción hacia los medicamentos llamados “genéricos”. Igualmente, existen resoluciones de contraloría nacional que de alguna manera “obligan” a los entes gubernamentales a comprar el medicamento de menor precio una vez que se realiza una cotización abierta.
Todo esto luce bastante lógico en un contexto donde los medicamentos de bajo costo y genéricos tienen la misma capacidad farmacológica que los medicamentos originales o de marca. Sin embargo, es necesario explicar en términos simples algunos conceptos farmacológicos importantes.
En términos simples, un “genérico AX” es “igual” a un medicamento “original A” cuando tiene tres niveles de certificación. El nivel 1 indica que tienen la misma cantidad de principio activo, por ejemplo 300 mgs de AX y 300 mgs de A: una equivalencia química. El nivel 2 determina que la droga original y el genérico se distribuyen de la misma manera en la sangre y en los tejidos de quien la consume: es la propiedad farmacológica y la bioequivalencia. Y el nivel 3 asegura que la droga original y el medicamento genérico tienen la misma efectividad clínica: el mismo efecto terapéutico.
En Venezuela, lamentablemente, el estatus de registro de medicamentos genéricos sólo llega hasta el nivel 1, a pesar de que la nueva legislación del año 2006 dice expresamente que todos los medicamentos genéricos requieren una certificación de nivel 2 y que algunos ameritan incluso el nivel 3. En el país no existe infraestructura técnica ni logística para realizar pruebas de nivel 2 de una manera extensa, así que los medicamentos genéricos registrados en Venezuela tienen apenas una certificación de nivel 1.
A pesar de que a primera vista el hecho de que un medicamento A (original) tiene la misma cantidad de principio activo que el medicamento AX (genérico) luce como una garantía, eso no basta para demostrar su equivalencia. El medicamento, al entrar al organismo humano, sufre modificaciones y procesos que determinan su actividad biológica y, por tanto, su eficacia terapéutica. Para mayor complejidad, en Venezuela las agencias nacionales de registro y certificación de medicamentos no poseen una logística permanente de vigilancia de la calidad de medicamentos una vez que adquieren su registro. Es decir: no hay vigilancia de la calidad post certificación. Además, en la mayoría de los países con sistemas sólidos de certificación se vigilan al azar los medicamentos tomados desde los anaqueles regularmente. En Venezuela sólo existe una política de “farmacovigilancia” que intenta tener un monitoreo de efectos secundarios de medicamentos a nivel nacional, una política que ha sido extremadamente ineficiente a través de los años.
Todos estos conceptos cobran una importancia mayor cuando hablamos de enfermedades cuya falla de tratamiento es extremadamente costosa (VIH, embarazo, cáncer, entre otras) o aquellas donde la falla puede terminar en eventos catastróficos o fatales (enfermedades infecciosas agudas).
En el año 2006, el sector académico venezolano auspició la reglamentación de la prescripción de antibióticos con receta, la cual tenía dos motivaciones fundamentales: la primera, ordenar y prevenir el uso indiscriminado de antibióticos; la segunda, intentar disminuir el aumento de la resistencia bacteriana, que había sido ligada al uso masivo de antibióticos en las comunidades. Una evaluación técnica hecha años después reveló que el consumo de antibióticos en términos generales no varió mucho y la resistencia siguió su ascenso creciente, prácticamente sin ninguna modificación.
Imagínese por un momento que usted va a una farmacia a comprar un antibiótico para tratar una infección urinaria de una mujer embarazada de 29 años, en cuyo récipe está el principio activo. El farmaceuta le dará nueve opciones de medicamentos con diferentes precios. ¿Cuál será el criterio que utilizará el paciente para escoger? En un sistema de salud con garantías de los procesos, usted tendría la seguridad de que —independientemente del precio— la efectividad está garantizada. Pero en Venezuela eso no es posible.
Es muy importante para cualquier sistema de salud contar con medicamentos del más alto nivel de calidad a los mejores precios posibles. Sin duda, los genéricos son una alternativa, pero necesitamos genéricos de excelente calidad, con pruebas de bioequivalencia e incluso de eficacia clínica que le garanticen a los usuarios el efecto deseado. Mientras eso no pase, tomar un medicamento genérico que no tiene pruebas de bioequivalencia pasa a ser un problema de fe. Y la fe no el valor sobre el cual se cimientan los conceptos modernos del combate de la enfermedades.
Una política de salud que pretenda controlar el proceso sólo al final de la cadena (en las fases de prescripción y expendio), sin que los procesos intermedios de registro y certificación no sean tan exigentes como se requiere, lo único que ocasionará es que van a desfavorecer a la parte más vulnerable de la cadena: el paciente.
Los grandes sistemas de salud mundiales buscan fórmulas para hacer la medicina menos costosa, más accesible y más equitativa, pero nuca lo hacen a expensas de la seguridad del paciente. Está claro que los sistemas de salud deben orientar las indicaciones de medicamentos de las enfermedades más prevalentes hacia indicaciones con evaluaciones de costo-efectividad, pero la premisa fundamental es que los sistemas de registro y certificación de medicamentos sean extremadamente sólidos y eficientes. Si eso no sucede, las políticas de control de uso de medicamentos generarán un cuello de botella que vendrá a empeorar el vía crucis que ya significa lidiar con una enfermedad.
REGRESAR |
| Fecha publicada: 06/04/2013 Fuente: Prodavinci.com Tema: salud
|
*** noticias no disponibles *** |
|